Caminos sin retorno
Corría el año 1939 en la ciudad de Frankfurt, también
conocida como Franfort del Meno, Alemania, cuando una chica de diecisiete años
decidió unirse al ejército Nazi.
Esta chica llamada Amanda Bleckman estaba llena de
ilusiones y proyectos acerca del ejército, había soñado muchos años con llegar
ahí. El deseo de unirse al movimiento había nacido a los quince, porque compartía
los pensamientos e ideas de Adolf Hitler, pero no tenía la edad para sumarse a
la armada. Cuando cumplió los ansiados dieciséis años estuvo esperando para que
le llegara la notificación de reclusión pero nunca se la enviaron. Una vez
cumplidos los diecisiete, y ya no pudiendo soportar la necesidad de defender su
país de los judíos, decidió escribir una carta a los superiores, pidiendo por
favor que la dejaran formar parte del proyecto para sacar a flote la nación.
En cuanto pisó por primera vez un campo de concentración
y vio todo lo que la rodeaba tomó conciencia de lo que estaba haciendo, por
desgracia ya era demasiado tarde para arrepentirse.
Luego de tres meses envió una carta a su madre contando
todo lo que estaba viviendo, era bastante extensa por el hecho de que no podía
hablar con nadie y las cosas que le estaban pasando eran demasiado fuertes, el último
párrafo recuerdo que decía:
“Madre, no sabes cómo sufro al ver todo esto, lamento
tanto no haber escuchado tus palabras cuando me decías que no era como me lo
imaginaba o mostraban, lo único que me queda por hacer es soportar el ver esas
miradas tristes suplicando libertad, juro que si pudiera en este momento
liberaría a estos pobres inocentes cuya única culpa es aferrarse a sus
creencias e ideales.
Con amor Amanda.”
Lo único con lo que no contaba era que los militares
leerían su carta e incluso la respuesta, la cual arengaba a la hija para que
ella defendiera sus ideales.
Al ver esto los superiores de la armada no dudaron un
segundo en que la mejor opción era matarla, en pocas palabras “sacar la manzana
podrida para que no eche a perder el cajón.”
Pasaron aproximadamente dos semanas luego de que Amanda
le enviara la carta a su madre cuando decidió desde su lugar comenzar a ayudar
a los judíos. Al principio lo único que hacía era pasarles comida decente y
agua a escondidas. Pasado un mes cuando decidió arriesgarse más y comenzar de a
poco a liberarlos sin que nadie se enterara. Luego de una semana la descubrieron
y encerraron durante cinco días sin comida ni bebida hasta decidir cuál seria
su destino.
Al cabo de este plazo deliberaron que su castigo seria
morir de la peor forma posible: quemada en una hoguera. Luego de esto la
buscaron y prepararon todo el escenario para su muerte. Una vez atada y a punto
de morir pidió decir sus últimas palabras, creyeron conveniente que hiciera su
descargo antes de su muerte y le concedieron la petición.
“Podrán quemarme viva en esta hoguera, pero mi llama
permanecerá encendida en todos aquellos a los que pude ayudar, y no moriré sino
que viviré en sus corazones para darles fuerzas y acabar con esta absurda
guerra. Todo el mundo se enterará de lo que ocurre aquí dentro y su poder cesará
en pocos años ya lo verán, mientras tanto gocen que les queda poco.”
Luego de sus palabras la mataron sin piedad alguna, pero
esta frase retumbo en muchas cabezas y sirvió de ayuda para que, de a poco, el
poder de Adolf Hitler llegara a su fin.
Amanda Bleckman, nació el 23 de febrero de 1922 y murió
el 15 de mayo de 1940, ingreso al ejército el 17 de julio un año antes de su
muerte. La familia se enteró dos años después del fallecimiento de su hija.
El movimiento Nazi cayó luego de cinco años, pero hasta
entonces murieron muchos judíos, pero a la vez fueron liberados más de diez mil.
Hubo varias historias de sobrevivientes de campos de concentración que salieron
a la luz luego de su liberación.
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